El sutil sonido de su voz lo hacía imaginarla,
casi sentía que podía adivinarla,
sin mirarla la veía.
Y así transcurrían los días, la pensaba.
La miraba a veces sutil y delicada.
Le gustaba darle un beso cuando ella dejaba al descubierto parte de su cuello, volteando levemente a la izquierda.
Tristemente sabía que su perdición sería ella el día que no estuviera.